Laia Díez: "Corro mejor de noche, sola, con rayos y truenos"
Sábado, 23 de agosto del 2014
A la sombra de campeones como Kilian Jornet y Núria Picas surgen otros portentos. Apenas hace un año que Laia se dedica en serio a las carreras de ultraresistencia en montaña (las ultra trail) y, a falta de una prueba puntuable, va primera en la categoría femenina de la liga catalana. Un mérito que comparte con su ayudante, Elisa Ruiz.
-La temporada empezó mal.
-Fatal. En la primera carrera, la Ultra Trail de la Costa Dorada del mes de abril, empecé a notar algo raro desde el kilómetro cuatro, pero mi coco se empecinó y corrí los 86 restantes con unas agujetas fortísimas. Llegué en segunda posición, apoyándome en bastones. Al cabo de dos días estaba ingresada con un problema renal y hepático.
-Un mes después, la Trail Camí de Cavalls de Menorca le iría aún peor.
-Y eso que salía favorita, porque el año pasado la gané y acabé tercera de la general. Pero corrí 50 kilómetros con vómitos. Me inyectaron Primperán y no me hizo nada. Cuando faltaban 85 kilómetros abandoné.
-¿A qué viene tanto sufrimiento?
SEnDEl sufrimiento compensa porque cuando llegas a la meta la satisfacción personal es increíble. Y abandonar es muy duro, pero sacas más cosas positivas de las derrotas que de las victorias porque te haces más preguntas. Después de Camí de Cavalls descubrí que lo único que acepta mi cuerpo en estas carreras es sémola muy líquida. He pasado de perder cinco kilos a terminar con dos menos.
-Esto no puede ser sano.
-Estas carreras tan largas no son muy sanas, no. Tu cuerpo se desgasta muchísimo, pero no pienso hacerlo más de cuatro años. De hecho, si fuera solo por el físico abandonaría enseguida. En el kilómetro 30 ya te notas las articulaciones, los cuádriceps, todo; a los 50 te aparece alguna rampa...
-La mayoría abandonaríamos por un poco de flato.
-Es la mente la que trabaja y te dice que sí puedes seguir. Puedes estar desesperada, pero al cabo de unos pasos ves un prado verde y tocas el cielo con los dedos. Yo siempre necesito abrazarme con las personas que quiero, me dan una energía descomunal. Estas carreras me han hecho tener una fortaleza mental brutal que me sirve en la vida cotidiana. Cuanto más aprendes a sufrir, más te superas.
-Tras el traspié del inicio de temporada ¿cuándo empieza a cambiar su suerte?
-En la Ultra Trail Emmona, que es la prueba más dura de todo el circuito: 100 kilómetros y 8.500 de desnivel acumulado.
-Como subir el Everest corriendo, vaya.
-Sí, y de una tirada. La Emmona fue muy bien y la gané; después vino la Travessa Núria-Queralt, que también gané, y finalmente la Buff Epic Trail, que es lo más duro que he hecho en mi vida. Éramos 123 corredores y terminamos solo 17, entre ellos cinco mujeres. Yo creo que las mujeres tenemos más capacidad de sufrir y eso nos da ventaja.
-¿17 de 123? Menuda escabechina.
-Hubo dos tormentas terroríficas. Pero cuando yo corro mejor es de noche, totalmente sola, con rayos, truenos y niebla. Iba subiendo la montaña, completamente empapada , escuchando los sonidos de la noche, y me reía. ¡Era una sensación de libertad, aventura y emoción tan grande!
-Ahora cuente lo menos bonito.
-En la última subida pensaba que no podía. Estaba agotada, tenía una regla muy fuerte y no tiraba. Veía la luz del refugio a lo lejos y me parecía que no llegaba nunca.Solo quería llorar. Paré y me dije: «¿Seguro que esto hace falta?».
-¿Cómo se sale de momentos así?
-Un chico que corría conmigo me habló: «Sí que puedes, llegarás arriba y tocarás el cielo con los dedos, como tú dices siempre». En otra ocasión, llegando a un avituallamiento, le dije a mi padre: «No sé por qué hago esto». Y él me contestó: «Porque te gusta». Y tenía razón, es así de sencillo. A los 4 años ya me iba a correr con él por la montaña y en octavo de EGB ya tenía claro que haría la carrera de educación física. Correr por la montaña es mi vida, no lo hago por nada ni por nadie.
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